Y las 400 terroríficas mascotas que tiene acogidas en su casa, procedentes del tráfico ilegal de especies: tarántulas, iguanas...
El animal pasea a sus anchas por el salón. Roza los muebles con su pesado cuerpo. Después, posa sus patas sobre una alfombra roja y se balancea con torpeza cerca de una mesa con cuatro sillas. Philippe -canoso, ojos azules y vestido de negro- lo observa con una sonrisa en el rostro. Se acerca a su mascota, se agacha y le acaricia con cariño la cabeza.
"Très bien, voilà" ("Muy bien, aquí tienes"), le dice. Una escena que podría ser la de cualquier hombre con su mascota en su casa, salvo porque la criatura a la que Philippe mima con celo no es un perro o un gato. Se llama Alli y es un caimán de más de dos metros.
Philippe Gillet, de 67 años, comparte su hogar con Alli y Gattor [en alusión al nombre de la especie en francés e inglés, alligator], dos caimanes que incluso duermen en su misma habitación. Además de estos especímenes, el francés convive con otras 400 especies exóticas que provienen de distintos rincones del planeta: anfibios, serpientes, lagartos, cocodrilos, arañas, escorpiones y una buena variedad de insectos.
Mascotas que para muchos pueden resultar terroríficas, para él "son parte de la familia". Ha acoplado su casa en el poblado de Coueron, en el distrito de Nantes, para acogerlos. La misma casa en la que vive junto a su esposa y en la que fueron criados sus hijos.
Es el arca particular de Philippe. Una colección de animales que suelen "tener mala reputación" y que en ocasiones podrían inducir a la fobia. Son criaturas con piel rugosa o escamosa, afilados colmillos o múltiples y delgadas patas peludas. Para el francés, que los rescató y cuida a diario, son lo más preciado.
A sus consentidos Alli y Gattor se suman una tortuga gigante de 50 kilos que merodea por el jardín, una cobra real que habita en una vitrina del salón de estar, un lagarto de piel tornasol al que le da de comer en la boca con una cuchara, iguanas, tarántulas, escorpiones, ranas de distintos colores... A las serpientes más venenosas y peligrosas las guarda en una habitación detrás de dos juegos de puertas, una blindada.
Confiesa Philippe a Crónica que entre su exótico bestiario se cuelan también algunos gatos domésticos. Todos los seres vivos con los que cohabita son parte de la rutina y su vida entera. Los caimanes suelen pasar la noche en su habitación: mientras uno dormita en la cama matrimonial, el otro monta guardia junto a la puerta. Cuenta este amante de los reptiles que a ellos los rescató hace años de una granja de cuero.
COMERCIO ILEGAL, CRIADORES...
"Los animales que tengo provienen principalmente del comercio ilegal, ventas, abandono o de criadores para espectáculos", detalla. Las últimas en incorporarse al arca son dos serpientes: una boa y una pitón. Pertenecieron a un niño que, al crecer e irse de casa, las dejó al cuidado de sus padres. Éstos, incapaces de mantenerlas, se pusieron en contacto con Philippe y se las entregaron.
El interés y la pasión por los animales, sobre todo por los extravagantes, le viene al francés de su estancia en Madagascar, en África. Allí vivió desde su infancia -junto a sus padres- hasta los 30 años. Era un niño aún cuando rescató a su primer animal. Se trataba de un antílope que había quedado huérfano, víctima del tráfico ilegal: su madre había sido asesinada y vendida a un comerciante africano. Philippe lo alimentó y le dio los cuidados necesarios. Ése fue el inicio.
"Es a partir de este periodo que comencé a interesarme por toda la fauna exótica que me rodeaba. Estos seres que veía todos los días sin verlos. Estas misteriosas y discretas criaturas me intrigaron y fascinaron", asegura. Entonces, viajó por todo el mundo para estudiarlos y conocerlos a fondo. Dice que con el tiempo y las experiencias vividas se convirtió en herpetólogo [del griego Herpetón, "reptante, que se arrastra"].
Cumplidos los 30 tuvo que regresar a Francia y encontrar trabajo allí. Se instaló en Coueron y compró su actual casa. No quería dejar atrás sus raíces africanas, por lo que se dedicó a recrear el ambiente del continente incorporando animales. Primero fueron serpientes, después la larga lista de especies que hoy acaparan cada espacio de su hogar. Así se dio cuenta de que sus compatriotas sabían poco de los reptiles o de los anfibios y por eso, en general, les tenía miedo. Por eso, detrás de esta suerte de zoo singular hay una causa que Philippe defiende.
"Soy una persona normal que trata con animales poco conocidos [o poco queridos] que deben darse a conocer por el bien de la vida silvestre, pero también por sus asombrosas especificidades y su evidente utilidad para el equilibrio de la biosfera", enarbola. Y lamenta: "Sin embargo, sólo protegemos lo que es más común, lo que conocemos. Mi compromiso está en la otra dirección".
Con esta idea en mente creó en 1996 la Fundación InfFaune. El objetivo de la asociación es proteger, a través del conocimiento y la pedagogía, a estas especies estigmatizadas. Para lo cual organizan exposiciones informativas -en su mayoría en centros comerciales- con el fin de exhibir a los especímenes que han rescatado. Recorren todo el país con el fin de concienciar y, también, capacitar a futuros dueños de animales de este tipo. "Son seres vivos, no artilugios".
Philippe Gillet y los 20 voluntarios de la fundación son los únicos en Francia que tienen esta clase de autorización para exponer en galerías comerciales. Hacerlas en estos lugares les permite llegar a más personas. Además, cuentan con un permiso para manejar, criar o vender estos especímenes. El dinero recaudado gracias a dichas actividades se invierte en su mantenimiento.
-¿Cuánto cuesta alimentar y cuidar a centenares de animales?- le preguntamos a Philippe.
-El costo de mantenimiento es alto. Pero cuando amamos no contamos- zanja el herpetólogo.
ENVENENAMIENTO CON UNA SERPIENTE
En cuanto a las medidas de seguridad, explica que la correcta manipulación de los más peligrosos se aprende de la observación y el conocimiento del comportamiento del animal, tanto teórico como práctico.
Una norma importante atañe al departamento de bomberos local: tienen instrucciones expresas de no entrar a la casa en caso de emergencia. Cuenta el francés que nunca ninguna de sus criaturas lo ha lastimado gravemente. "Sólo una vez -dice- tuve un pequeño envenenamiento por contacto con una serpiente. Me curé rápidamente".
Hasta sus vecinos más próximos y demás habitantes del pueblo están habituados a su exótica colección. Lo conocen porque lo han visto aparecer en televisión y demás medios."Son más curiosos que ansiosos", lanza, y atestigua que varios se han tomado un café con él mientras Alli o Gattor paseaban a su alrededor.
0 comentarios:
Publicar un comentario